26 marzo 2006

PLAY

Todas las vidas pasaron,
y en sus ojos el umbral.
Se ajustó la boina de lado
en el ángulo en que la vista apunta.

Un adoquín pasó flotando,
En la otra orilla, un perro daba la última pitada a un puro.
Mientras, sobre un camalote, un carnaval surcaba a la deriva
festejando que el río sobrevivía al empedrado.

Sabía cambiar de tema…
Y como lo hacía…

Desprendía las astillas clavadas en la frente
del mundo que se llevó por delante
Subió, entró y en el vacío…
No había más que hacer.

Todas las vidas pasaron,
y en sus ojos el umbral.
Cenizas y un rosal a medio quemar
Docena de espinas, docena de flores elevándose por la chimenea
A medio desaparecer,
la hoguera realza la certeza que lo que vivió se tatúa en la piel más gruesa.


Todas las vidas pasaron,
y en sus ojos el umbral.
Espadas de madera… Relojes en FAST FORWARD.
Rubor de inocencia, pulsación arrebatada y la desnudez de otros labios en REWIND.
PAUSE agonía ácida, estridencia ahogada y perturbadora.
Mientras la copa de más pende entre el borde y el paladar.
STOP, breve paz, sueño forzado, saborizando de muerte el vivir.

Todas las vidas pasaron,
y en sus ojos el umbral.
PLAY.

08 marzo 2006

En el andén

El aspa del molinete me golpeó con fuerza la pierna derecha que avanzaba cansina marcando el paso al resto del bagaje de músculos, huesos y órganos. Aquel inesperado dolor extrajo de mi boca un insulto quejoso, literalmente,: Ay, la puta!!!, que apresuré a masticar a la altura de: que te parió... por lo chabacano, aunque exacto, mientras la mirada se hacía cargo de identificar al agresor que me precediera en la hilera para llegar al andén. Una mujer que iba balanceando dificultosamente dos bolsos inflados hasta el límite de capacidad. Su andar dibujaba una estela de bravuconeada indiscriminada, una huérfana ira buscando su razón de ser. Abriéndose paso entre la masa de gente como lo haría una emperatriz, el capo de cárcel, un rompehielos. En su camino recibía comentarios, improperios, empujones a los que ella contestaba con la cara desencajada, con ojos encendidos y boca salivando groserías apocalípticas. Constatada largamente su demencia desistí de proseguir con el proceso en su contra. Aunque la verdadera razón de mi desistimiento virtual fue por el sentimiento de pena hacia aquel ser que caminaba en el lugar como una niña urgida por alcanzar un baño, en la cornisa del andén sin dejar de sostener las bolsas desestabilizadoras. Ese rostro desencajado guiado por algún extravío dejaba entrever en la mirada una triste resignación. La resignación de aquellas personas que parecen rodeadas de una innata aura salada, insufrible, intolerable, que reciben improperios instantáneos y el rápido destierro de la estima de propios y ajenos al menor destello de perturbación, al mínimo paso. El estigma de ser insoportable.
El subte no hacia su aparición, los futuros pasajeros se acumulaban en los baldozones grises del andén agudizando el oído intentando percibir las vibraciones de la máquina aproximándose. Oficinistas, escolares, turistas y sedientos carteristas habitaban ese ecosistema de paso. De entre la nada del túnel se vio despegar la punta de la maquina,. busqué a la dama de las bolsas, y tal como me lo imaginaba la hallé adelantándose a los demás pasajeros a fuerza de maña, descortesía y falta de tino. Me robó una sonrisa cuando se sujetó un muchacho como un defensa esperando rechazar un tiro de esquina. Los vagones pasaban como una bola sobre el tazón de la ruleta. Un calvo miraba a la demente de reojo iba tomando rubor, dos adolescentes de uniformes se tapaban las carcajadas, una madre con su niño en brazos le consumía el cuello imaginariamente asfixiándola y detrás de la madre, como una pincelada mas rodeando la figura me pareció verla. Ver a Eva. Me pareció ver el perfil de Eva absorbido por las puertas del vagón. Preso por una repentina deseperación aplique los dotes de la anciana me volví entre el grupo que me rodeaba, me insultaron, me empujaron de mala gana el sonido de la chicharra anunciaba el cierre de las puertas entre la puerta me dividió por la mitad chocó contra mi brazo y se regreso volvió a sonar el chirrido. Una breve mirada de disgusto se apodero de mi figura pero brevemente me volví invisible un anónimo mas ingresando de apuro al subte. un anónimo que no causaba recelo, aprensión como la mujer atolondrada. No tenia capacidad de maniobra me coloqué en el espacio entre las filas de asientos justo contra puerta lateral intente mirar sobre las cabezas entre los brazos y piernas pero no pude encontrarla. Pero esta sera otra historia.

Nos vemos en unos 10 días, me voy de vacaciones!!!! Buena vida para todos!!!!