En las páginas pedregosas de la rue de Seine
Julio, el de los ojos de niño,
trastabilla con la embriagante estela de La Maga.
Este renglón inicia trazando un surco invisible
entre las multitudes de la calle Florida.
Desde un escaparate con teclados y pentagramas
donde se reflejan un par de botas negras,
soberanamente altas.
Las baldosas previas las había fumado
en la ansiedad
por corporizar una duda inflamada.
Se presentó sin saludo
vistiendo una sonrisa sobradora
de saberse mujer que con ideas llama
y que con arte desbarata.
En el influjo de la pendiente
Nos inventamos compañía
Trincheras para el contra espionaje.
Quien sabe, con qué objetivo.
Entonces los pasos fluyeron tanto como las palabras
y los minutos se agotaron
a la par que me convencía
de cuan telescópica era su mirada.
Aguda daga que traspasa la piel de una estocada
Que se adentra sin permiso
en la búsqueda de abarcar la real dimensión cósmica
Sopesando máximas de Milán
sentencia a la insoportable levedad del halago
y su redundancia.
Luego se escapa
o así se siente su ida
Como un arrebato que te seca la garganta.
Nadie me advirtió que
a La Maga
Se la descubre por su taconeo
y se le recuerda por su mirada.
28 julio 2010
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